"El pasado 25 de julio corríamos bajo una tempestad en Ordizia. Quedaban unos 35 kilómetros a meta cuando Txente me iba quitando el viento, llevándome en volandas, protegido. Yo iba en ‘bussiness class’ y él comiendo menú del día (viento, codos, nada de gloria) para que yo luchase por la victoria de la carrera (sólo pude hacer tercero). Me hizo un gesto y me puse en paralelo.
Tenemos tanta complicidad y batallas que sólo con gestos o miradas sabemos cuándo y cómo hay que hacer las cosas. Me cogió del hombro, como abrazándome, y me soltó que lo dejaba. Yo le dije que no podía ser, que el barco sin él no sería lo mismo y que hacía falta; que esto sin él se hundía… Seguimos de charleta mientras se iba a mil. Intenté convencerle, pero el tiempo se acababa porque llegábamos al plato fuerte del día. Creo que me lo dijo en el momento justo, para que no le machacase más diciéndole de todo.
Así es Txente, directo, transparente, humano, solidario y con un temple y saber estar que ningún ciclista ha tenido.
Pero es que el 25 de julio del 2003 gané la etapa del Tour y justo en el momento de hacerse la fuga, después de habernos comido una buena ‘ensalada de hostias’, entré por un impulso que me dio él por el pinganillo y que no fue otro que "agárrate con las uñas Penkas". No sabía si pararme a reír y perder la fuga o apretar a tope. Al final ya visteis el resultado, y eso de agárrate con las uñas no es otra cosa que me faltaban dos uñas de los dedos de un pie. Y es que Txente, hasta para los momentos duros, siempre sabía sacarte una sonrisa y darle sentido a tu oficio.
Otra batalla más: París-Tours del 2009. Txente venía de casa para correr la última carrera, totalmente fundido por el trabajo hecho para que Valverde ganase la Vuelta España, desganado y agotado. En la cena discutimos porque yo entendía que yo llevaba un mes sin competir, entrenando en solitario para correr esas carreras de fin de año y estaba con toda la ilusión del mundo. Él me dijo que le estaba calentando y que me iba a dar una buena hostia. Me decía: tienes dos opciones, con la mano abierta o con la mano cerrada, tú eliges. Al final, risas. Ya veis cómo acabamos que al final intentaba tener ambiente, sacar risas y realmente preocuparse por las cosas importantes.
¿Sabéis qué? Él me quitó durante 150 kilómetros todo el trabajo, viento e ir echando babas… Al final hice octavo y me dijo que yo era su ídolo. Yo le dije que para mí él era el ídolo. Siguió dando sentido a todo: al trabajo, al ambiente, a la profesionalidad, a la dignidad...
¿Sigo? Así es Txente. Desde aquí te llevaré guardado y protegido cerca de mi corazón. Gracias por ser así. Es un placer, un honor y un orgullo ser compañero y amigo de José Vicente García Acosta.
Y siempre la gorra para atrás, acuérdate"
Per Pablo Lastras, en su página web
1 comentari:
Qué escrito tan bonito!!!
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